Cuando leemos palabras pronunciables, aún inventadas, se
activa un área de nuestro cerebro llamada ventro occipital izquierda (área de la lectura). Como la misma
se encuentra en muchos de los cerebros adultos, es fácil de suponer que es
producto de la programación genética. Pero eso es un imposible, pues los seres
humanos leemos solo hace unos 5000 años, mientras que el genoma humano viene
siendo esculpido desde hace varios millones de años. En otras palabras, esta
área solo pudo ser modelada por efecto de una cultura que nos condujo a la
creación del lenguaje escrito, y nos permitió transmitir información a las
generaciones futuras sin distorsión.
Debido a que la red cerebral es tan extensa, es imposible que
los genes destinados a guiar el desarrollo cerebral puedan codificar todas las
conexiones y controlar los trillones de combinaciones posibles. Los genes,
sencillamente, determinan que seamos sensibles a las huellas que dejan las
experiencias de vida y esto constituye la principal característica que ha hecho
de nosotros una especie tan exitosa, ya que nos permite programar y reprogramar
el cerebro
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