Nuestro cerebro es el resultado de millones de años de ensayos y pruebas evolutivas y es el mismo, que tuvo el primer homo sapiens-sapiens en la sabana africana hace aproximadamente 120.000 años atrás. Y dentro de el existen estructuras sumamente primitivas que son el legado de nuestra larga historia evolutiva.
Las terminaciones nerviosas de los peces y anfibios, fueron cambiando y estructurándose en módulos, que dieron origen al primer cerebro, EL CEREBRO REPTILIANO, encargado de los instintos básicos de la supervivencia, respuestas tipo ‘pelea o huye, el deseo sexual y la búsqueda de comida. Estas respuestas básicas son automáticas, rígidas e inconscientes.
Los reptiles fueron la base para la formación de un organismo y un cerebro mucho más complejo, el de los mamíferos. La evolución dotó a este cerebro de un sistema básico de memoria que permitió a los individuos reaccionar selectivamente, a un espectro más amplio de estímulos. Así nació el CEREBRO DE MAMÍFERO o sistema límbico, o cerebro emocional, o cerebro medio, centro de las EMOCIONES, en el que hace su aparición la función del APRENDIZAJE.
Los cerebros de los mamíferos que habían de evolucionar hacia la especie humana, desarrollaron una corteza cerebral cada vez mayor, que llevo al desarrollo del CEREBRO HUMANO, los humanos pertenecemos a la línea de mamíferos denominados primates. Estamos muy emparentados con los animales que nos preceden aunque nos cueste admitirlo. Las áreas que más se expandieron en nuestra corteza y que nos dan una frente muy característica, es la de los lóbulos prefrontales.
Cada nuevo cerebro creció por encima de su predecesor, de lo que se desprende que la evolución, cada vez que conseguía producir un cerebro de mayor capacidad, no eliminaba al anterior. Por el contrario lo mantenía con sus funciones, para que se dedicara a las tareas en las que se había especializado.